Venus brillaba en el cielo by Jano Mendoza

Venus brillaba en el cielo by Jano Mendoza

autor:Jano Mendoza [Mendoza, Jano]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Gran Angular, Literatura mexicana, novela mexicana, madurez emocional, literatura juvenil, noviazgo, romanticismo, Ediciones SM, Editorial SM, Premio FILIJ, LIJ
editor: Ediciones SM


Leí la carta dos veces, luego me fui a un café que estaba en la esquina y la leí una vez más mientras escuchaba el archivo de sonidos. Esta vez los títulos no parecían tener relación con el contenido; un túnel donde pasaban los autos, el rechinar de un columpio cerca del mar donde cada cierto tiempo llegaban aplausos de un público que gritaba de emoción. En otra pista, niños gritando, el chirriar ensordecedor de los insectos, el robot de un camión de la basura. Balazos en un campo de tiro, olas, el viento tomando fuerza, conversaciones tranquilas.

Escuchar todo eso fue como estar con ella de alguna manera. Me cambié y me fui a correr hasta que mi cuerpo no pudo más. Mi piel se llenó de sudor y mi corazón palpitaba con fuerza. De vuelta a casa abrí la regadera, limpié todo mi cuerpo con mucha calma, me enjaboné varias veces y regresé a mi recámara para escuchar las grabaciones de Sarah.

Al otro día movía con cuidado la miel dentro del té y pensaba adónde me mudaría esa misma noche cuando sonó el teléfono. Era Elise con su plan para reunirnos en Michoacán en Semana Santa. Le pedí hablar con Sarah, pero no quiso pasármela; al parecer no estaba bien. ¿Qué tenía? Elise prefirió no responder a esta pregunta. Pero nos veríamos dentro de poco, así que no había de qué preocuparse. Colgué y tras varias llamadas localicé a Alejandro en el pueblito en que estaba viviendo. Le informé que dejaría la casa ese mismo día y le agradecí todo lo que me había enseñado.

—¿Y ya tienes otro lugar para vivir? —me preguntó hacia el final de nuestra conversación. Le dije que sí, mintiendo. Nos despedimos con frialdad, terminé de empacar y para cuando llegó la nueva inquilina estaba listo. Le solicité permiso para dejar una caja con música y libros. Aceptó guardarla en la bodega, siempre y cuando le pusiera una etiqueta con mi nombre y fuera por ella en los siguientes meses.

—¿Estás bien? —me preguntó la mujer, haciendo una pausa entre el remolino de su mudanza. Volví a mentir y le dije que sí.

Tenía que resistir, me dije al salir de la casa. Tenía que resistir solo unos meses, al menos hasta que llegara mi reunión con las chicas. Llamé a María José y a Rolf y les pedí permiso para quedarme con ellos. Aceptaron a pesar de que tenían un departamento muy pequeño. Pasé con ellos tres semanas y luego me mudé de sillón en sillón, incomodando amigos hasta que llegó el día de mi reunión con las chicas.

En cuanto llegaron me envolvieron en un abrazo. Sentí el calor de sus cuerpos y me di cuenta de que las raíces del pelo rubio de Elise habían crecido varios centímetros y ahora se desparramaban de forma diferente por su espalda y por sus hombros. Llevaba un vestido anaranjado y había subido de peso, mientras que Sarah estaba más delgada y se había recortado mucho el pelo. La piel de ambas estaba muy bronceada y parecían felices por nuestro encuentro.



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